Cuando los Espíritus Tradicionales se Encuentran con el Teatro de Calle: Un Domingo con los Sidros de Valdesoto

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By Debra Rissmann

La primera vez que presencié a los Sidros de Valdesoto, no estaba del todo segura de lo que estaba viendo. Era una fresca mañana de enero, y había llegado temprano al pequeño campo de la iglesia de este pueblo de apenas 2.000 habitantes, enclavado a solo diez minutos tanto de Oviedo como de Gijón. Lo que se desplegó ante mí fue como entrar en una máquina del tiempo: parte ritual ancestral, parte teatro popular, y absolutamente, maravillosamente asturiano.

Según Celso Roces, de la asociación El Cencerru, la celebración de este año atrajo a una cifra récord de asistentes. Cientos de personas llenaban el campo de la iglesia hasta desbordar las carreteras colindantes—una prueba clara de que esta tradición milenaria está más viva que nunca.

La escena comenzó con calma. Unas pocas decenas de vecinos se reunían alrededor de un improvisado escenario frente a la iglesia, con el vapor elevándose de las tazas de sidra caliente y café en el aire invernal. Y entonces llegó el sonido que me acompañaría mucho después de haber regresado a casa: el tintineo rítmico de campanas, resonando en el silencio matinal y acercándose con cada paso.

La magia de les melenes

Cuando por fin aparecieron los Sidros, saltando y brincando por las calles del pueblo, entendí de inmediato por qué esta tradición ha cautivado a tantas generaciones. Estas figuras enigmáticas, vestidas completamente de blanco con fajas rojas, los rostros ocultos tras máscaras del mismo color y coronadas con espectaculares capuchas de piel de oveja llamadas les melenes—rematadas con colas de zorro y cintas de colores—se movían con una energía que parecía de otro mundo. La misión de cada sidro es saltar y hacer sonar los cencerros, avanzando con un pequeño trote que hace que la larga y suelta melena de piel se balancee con elegancia.

Su picardía juguetona forma parte de su papel ancestral. Vi cómo uno de ellos “tomaba prestada” la bufanda de una visitante para improvisar un pequeño baile, y luego se la devolvía con lo que bien podría haber sido un guiño detrás de esa máscara misteriosa. Esta interacción con el público no es solo entretenimiento: es una continuación viva de costumbres antiguas, en las que los Sidros saludaban a las mozas del pueblo tocándoles la cara con la cola de zorro al pasar.

Lo que más me impresionó fue cómo estas figuras parecían existir entre mundos: parte animal, parte humana, parte espíritu de la montaña. Según la teoría del historiador Juan Uría Ríu, estos personajes proceden de rituales primitivos “en los que los miembros del clan buscaban la protección de animales totémicos disfrazándose con sus pieles, o la fertilidad de las personas”. Al verles saltar increíblemente alto con sus palos de avellano, pude sentir el peso de esa conexión ancestral con algo primitivo y esencial.

Pero los Sidros son solo la mitad de la historia. Una vez que han reunido al público con su danza hipnótica y el repique de los cencerros, comienza el verdadero espectáculo: Les Comedies, quizá el teatro más deliciosamente subversivo que se puede encontrar en toda España.

Estas representaciones de teatro popular satírico son tradicionalmente críticas y burlonas con los acontecimientos locales, y pronto descubrí que nadie está a salvo de sus lenguas afiladas: ni los políticos del concejo ni las figuras nacionales. Las comedias de 2025 abordaron temas tan variados como los eternos retrasos del tren AVE o la peculiar “obsesión pitufera” de Siero. La obra adulta “Pitufando la Comedia” ofreció una crítica social especialmente aguda, que arrancó carcajadas (y algún que otro respingo) del público por su desparpajo.

La tradición, documentada desde 1857, sigue una estructura de tres generaciones: niños (Escolinos), jóvenes (Xuventú) y adultos presentan cada uno sus propias comedias. Este año, cientos de personas se congregaron en la plaza de la iglesia, donde los hombres —como marca la costumbre— interpretaron a personajes femeninos. Las divertidísimas “viejas”, con sus ropas exageradas y gestos teatrales, fueron de nuevo las favoritas del público, ridiculizando a figuras de autoridad con el auténtico espíritu del carnaval.

Estas comedias están documentadas desde al menos el siglo XVI, tanto en entornos rurales como urbanos, como parte de los actos asociados a distintas festividades. Lo que las hace especialmente únicas es su falta total de escenografía fija: cualquier espacio al aire libre con público servía como escenario. Era común representarlas en el campo de la iglesia tras la misa, o frente a tabernas que pagaban por tener su propia comedia.

Lo que más me fascina de esta tradición es su función como válvula de escape para la comunidad. Estas mascaradas invernales representan una inversión ritualizada del orden social, un espejo distorsionado de la realidad. Por una mañana al año, los mozos de Valdesoto pueden decir absolutamente lo que les dé la gana, protegidos por sus máscaras y por la bendición de la tradición.

De la sidra a la celebración

Curiosamente, el nombre “sidros” es exclusivo de los concejos de Siero y Bimenes; en el resto de Asturias se les conoce como guirrios. Según el folclorista Fausto Vigil, el término “sidro” proviene “de la desmesurada afición por la sidra de los jóvenes que formaban las cuadrillas, quienes gastaban en esa bebida todo lo que sacaban haciendo comedias”. Sea o no cierta esta etimología, lo cierto es que refleja algo muy profundo de la cultura asturiana: el papel central que ocupa la sidra en las celebraciones colectivas.

Otra teoría sugiere que “guirriu” proviene del latín GUERRIRE, que significa “saltar de alegría, brincar”, en clara alusión al papel saltarín de estos personajes. En cualquier caso, ambos nombres capturan perfectamente su doble naturaleza: juerguistas terrenales y mensajeros de lo ancestral.

El poeta labriego que lo cambió todo

Las comedias que presencié no eran simples improvisaciones callejeras, sino obras dramáticas cuidadosamente elaboradas. El autor más célebre y prolífico de estos guiones teatrales fue José Noval Siero Martínez, nacido el 3 de febrero de 1856 en Castiello (Valdesoto), en el seno de una familia campesina. Conocido por el apodo de “Siero”, vivió toda su vida en su aldea natal, donde se dedicó a labores agrícolas y veterinarias, alcanzando gran prestigio en esta última profesión.

Entre las comedias representadas en Valdesoto en torno al año 1900, destacan obras completas como “Sainete para representar once personas: el Socialismo” y “Hoy día 8 de diciembre”, donde Noval abordaba temas como el socialismo, las asociaciones obreras en los Centros de Trabajadores y la necesidad de liberarse de la explotación patronal. Aquello no era solo entretenimiento: era crítica social envuelta en humor, dando voz a las preocupaciones reales de los asturianos de clase trabajadora en una época de profundos cambios.

Sus textos reflejaban tensiones sociales muy concretas. En 1887, por ejemplo, un grupo de entre 600 y 700 manifestantes —incluidos mineros de Areñes, Valdesoto y Carbayín— se concentró frente al Ayuntamiento de Siero con pancartas que decían “Paz y abajo los consumos”, reclamando la abolición de este impuesto. Las comedias de Noval canalizaban ese espíritu de lucha, convirtiendo el teatro popular en una herramienta de denuncia y de cohesión comunitaria.

Lo que me parece realmente admirable de Noval es cómo transformó un rito ancestral en un vehículo para el pensamiento político moderno, demostrando que tradición no tiene por qué significar inmovilismo. Sus obras trataban temas de actualidad sin perder el alma de la mascarada, demostrando que la mejor manera de conservar una tradición es dejar que evolucione, no simplemente repetirla.

Una Tradición Renacida

Como tantas otras costumbres rurales, la tradición de los Sidros estuvo a punto de desaparecer en la era moderna. La llegada de la Guerra Civil y la posterior prohibición del carnaval fueron responsables de la desaparición de muchas manifestaciones culturales populares. Esta tradición ha vivido cuatro épocas distintas: el periodo ancestral original, una edad de oro entre finales del siglo XIX y 1936 con las obras de José Noval, una etapa de intentos esporádicos de recuperación entre los años 50 y 1991, y finalmente su renacimiento completo a partir de 2004.

Durante esa tercera etapa, figuras como Luis Rodríguez “Asaura” y Nieves Noval intentaron mantener viva la llama, aunque con éxito limitado. Todo cambió cuando, en un giro inesperado, el hallazgo de siete manuscritos originales de José Noval por el profesor de latín Vicente Rodríguez Hevia en los años 80 despertó un nuevo interés y sentó las bases del resurgimiento contemporáneo.

Tal y como se celebra hoy, el festival fue recuperado en 2004 gracias al esfuerzo de un grupo de jóvenes de la parroquia de Valdesoto, organizados en torno a la Asociación para la Recuperación de los Sidros y les Comedies El Cencerru. Desde entonces, su objetivo ha sido claro: preservar lo que consideran una de las tradiciones más espectaculares de Asturias.

Pero esta recuperación nos habla también de la Asturias contemporánea. Hoy en día, los sidros y comedies han conseguido aglutinar significados diversos y asociaciones étnicas que se retroalimentan, constituyendo al mismo tiempo una expresión simbólica e identitaria de la comunidad local de Valdesoto, y trascendiendo ese marco para convertirse en un emblema del concejo de Siero y del imaginario asturiano más amplio.

The crowd at the Sidros was eagerly awaiting the show.

Mucho Más que un Espectáculo

En 2019, la tradición fue oficialmente declarada Bien de Interés Cultural, reconociéndose no como una simple curiosidad histórica, sino como una expresión viva del patrimonio asturiano. Y es que basta con estar allí, en el prado frente a la iglesia, rodeada de vecinos de todas las edades, viendo a los niños reírse con chistes que probablemente no desentonarían en una representación del siglo XVI, para entenderlo.

No es solo una fiesta, ni una representación. Es una herencia compartida que se reinventa cada año. Una forma de decir: “seguimos aquí, con nuestras raíces bien firmes y nuestras voces más vivas que nunca”.

Una Tradición con Raíces y Alas

La tradición de los Sidros ha llegado incluso a traspasar fronteras, representando a Asturias en escenarios tan emblemáticos como el Festival Internacional de la Máscara Ibérica en Gaia (Oporto) o el Festival de la Máscara en Zamora en 2022. Un reconocimiento que, sin embargo, no ha alterado su esencia: mostrar lo asturiano desde lo más profundo y auténtico, sin adornos.

Y eso es precisamente lo que los hace tan especiales. En un mundo cada vez más globalizado y homogéneo, los Sidros representan algo cada vez más escaso: una expresión comunitaria genuina, que nace del lugar y de su gente, sin intermediarios.

Dentro de la comedia, los sidros tienen funciones muy concretas: avanzan dando grandes saltos, saludan a las mozas del pueblo y anuncian que la comedia va a comenzar. Después, pasan entre el público recogiendo donativos y ayudan a mantener el orden en el corro que se forma alrededor de la representación.

No hay entrada, ni merchandising, ni infraestructura turística. Solo vecinos reuniéndose una fría mañana de domingo para compartir algo que es suyo, profundamente suyo. Nadie actúa por fama ni beneficio. Al acabar, los cómicos recogen las monedas que el público ha lanzado con cariño y, con lo recaudado, organizan una buena cena entre todos.

Información práctica para visitantes

Cuándo ir:
La celebración principal tiene lugar el domingo siguiente a la Epifanía (6 de enero), conocido como el Domingo de Sidros y Comedies. Cada año, las representaciones comienzan a las 12:30 h, justo después de la misa, en el Campo la Iglesia. En 2025, la cita será el domingo 12 de enero.

Cómo llegar:
Valdesoto está estratégicamente ubicado en el centro de Asturias, a solo 10 minutos en coche desde Oviedo o Gijón por la A-64. Si prefieres el transporte público, puedes tomar el tren hasta la estación de El Berrón, desde donde hay un paseo agradable de 1 km hasta el pueblo. Desde nuestros apartamentos en Arcenoyu, el trayecto en coche dura aproximadamente 30 minutos por el hermoso paisaje asturiano.

Qué esperar:
Cada edición suele incluir tres comedias, representadas por distintas generaciones: niños (Escolinos), jóvenes (Xuventú) y adultos. En los últimos años, se han combinado piezas tradicionales con obras contemporáneas que tratan temas de actualidad. Aunque todo se representa en asturiano, el humor físico, la expresividad y la interacción con el público lo hacen perfectamente disfrutable incluso si no dominas el idioma.

Precio:
Gratis, pero es tradición colaborar con un par de euros para el aguinaldo que recoge la asociación El Cencerru.

Qué llevar:

  • Ropa de abrigo (enero puede ser muy frío)

  • Calzado resistente al barro

  • Café caliente en termo

  • Comida de picnic

  • Cámara (los trajes de los Sidros lo merecen)

  • Silla plegable para mayor comodidad

Accesibilidad:
El campo de la iglesia es relativamente llano, aunque en enero puede volverse barroso. Como hay poco sitio para sentarse, una silla plegable puede marcar la diferencia para disfrutar del espectáculo cómodamente.

Eventos relacionados:
Durante toda la temporada navideña, los Sidros recorren diferentes pueblos del concejo de Siero para recoger el aguinaldo, manteniendo viva la fiesta más allá del día central.

Consejo práctico:
Suele haber una carpa donde se sirve sidra tradicional y zumo de manzana caliente, pero no hay puestos de comida, así que es buena idea llevar algo preparado.

Sobre la autora
Debra aporta más de 25 años de experiencia en el mundo de la hospitalidad a Asturias Vacations, combinando su pasión por los viajes auténticos con un profundo conocimiento local. Como nuestra guía cultural, se dedica a descubrir las historias ocultas que hacen de cada rincón de Asturias un destino extraordinario —desde antiguas tradiciones hasta innovaciones culinarias contemporáneas.
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